No me gusta el noise
Miriam arrugó en sus manos el garabato ilegible que había dibujado. Desesperada, repasó los últimos meses: abulia, es lo único que recordaba. La obsesión por completar cada minuto de su vida con inquietantes anécdotas ocurrentes le hizo olvidar los pequeños y simples detalles que inundaban el caudal del río de lo cotidiano. Cogió a su bebé, lo meció y aquel silencio infantil la devolvió a la felicidad más tranquila que jamás habría imaginado.