Odio el frío de supermercado, sobre todo cuando pasas por una macro nevera industrial llena de toooodos los yogures del mundo, menos de aquel que te gusta tanto…es todo un complot para amargarte la existencia? También odio el frío de avión, sobre todo cuando no tienen más mantas para darte porque has gastado ya dos almohadas y estas superando el cupo asignado a los plebeyos de economy class. Odio el frío de aire acondicionado mal regulado, sobre todo cuando te toca hacer un examen, o hablar de gilipolleces delante de un director de Recursos Humanos. Odio muchas cosas, aunque quizás las odio porque antes las quise: dicen que del amor al odio hay un paso, por tanto deduzco, que para odiar hace falta haber querido antes. El caso es que me niego a aplicar este odio a las personas, no odio a nadie, por qué? Porque no me aporta absolutamente nada, mas que problemas y quebraderos de cabeza. Para qué nos vamos a odiar si ni siquiera nos va a importar. Una falta de aprecio, el mejor desprecio.
